Desde que en marzo se cerrara la ruta balcánica, los refugiados se encuentran repartidos entre 40 campos de Grecia, entre los que se encuentran 2.400 menores no acompañados, según los datos del mes de noviembre de 2016, proporcionados por el Centro Nacional griego para la Solidaridad Social (EKKA).

Estos menores, que han viajado solos desde Afganistán, Siria o Iraq, y no cuentan con la protección y los cuidados de sus familias, sufren un gran riesgo de caer en las redes de traficantes, las drogas y la prostitución.

Los centros para menores no acompañados están desbordados, y son varias las ONG que luchan para que se abran nuevos centros. Mientras tanto, las calles se convierten en el hogar de estos menores, que deambulan por la ciudad en busca de mejor fortuna, y se alimentan de lo que las ONG pueden ofrecer en pequeños espacios habilitados en los que no dan abasto.

Según EKKA, 1.610 menores no acompañados permanecen en las calles de Grecia a la espera de encontrar una plaza en centros para menores y abandonar así las calles, los centros de detención, las comisarías o los campos de refugiados.

Las cifran del número de niños refugiados no acompañados no se saben con exactitud, porque son muchos los que están en las calles y no han sido registrados, o dicen venir con familiares cuando no es cierto o están bajo las mafias. Acnur, por ejemplo, calcula que el 27% de los refugiados son niños, mientras que otras organizaciones humanitarias griegas estiman que entre el 7% y el 10% de los más de 62.000 refugiados son menores no acompañados. Según un informe de la Oficina Europea de Policía (Europol), al menos 10.000 niños refugiados han desaparecido desde que llegara a Europa.

Acnur insiste en la lentitud burocracia y pide a los países de la Unión que incrementen “las vías seguras de acceso a Europa para los refugiados”, y a crear “un sistema de asilo simplificado que permita identificar, registrar y tramitar las llegadas rápida y eficazmente”. En este sentido, Lora Pappa, directora de la ONG Metradrasi, habla de la relación estrecha que existe entre el cierre de fronteras y los niños refugiados que viven y buscan dinero en las calles de Atenas: “Los menores no acompañados se ven forzados a trabajar en la calle porque necesitan dinero para pagar a los traficantes con el objetico de llegar a Europa”.

Otro problema que aparece es el hecho de que la ley griega impide contratar a menores de 18 años. Así que para conseguir dinero, estos menores se ven abocados a ejercer la prostitución y se convierten en esclavos de las mafias, cayendo también en el mundo de las drogas para combatir la soledad.